2 de noviembre de 2012

EL INTERIOR DE NUESTRO PLANETA


 
 
 
Hoy presentamos un material extraordinario que demuestra que EL INTERIOR DE NUESTRO PLANETA esta HUECO y alli existe una GRAN CIVILIZACION las potencias ya lo saben - pero como tantas otras cosas lo niegan ...
 
 
 
 
Hoy deseo compartir una de las crónicas más  apasionantes jamás contada, y es que cada vez que la leo no puedo hacer otra  cosa que dejar volar mi imaginación. Me fascina el solo hecho de pensar en ello.
Espero que os guste…
Un abrazo. Teresa

 
 
Richard Evelyn  Byrd
 
Provenía de una de las mejores familias de Virginia. Un miembro de  su familia fundó en 1737 Richmond, la capital de Virginia.
Nacido el 14 de Octubre de 1888 en Winchester,  Virginia, estuvo primero en las escuelas de su ciudad natal, donde pronto se  puso de manifiesto que corría sangre de aventurero por sus venas. Ya con doce  años realizó completamente sólo un viaje alrededor del mundo.
A continuación pasó por la academia militar de  Virginia e ingresó en la academia naval, donde obtuvo su diploma en 1912.
Tres años después se casó el oficial de marina  de 27 años con una chica de una familia distinguida de Nueva Inglaterra (USA),  donde a partir de entonces vivió con su familia.
Durante la Primera Guerra Mundial, Byrd mandó  las fuerzas navales americanas en las aguas canadienses, y en esa época surge en  él su pasión por volar.
En 1921 se le jubiló con el grado de  "Lieutenant Commander" y Byrd decidió dedicarse por completo a las  investigaciones polares, realizando sus famosos vuelos polares.
En 1916 sobrevuela por primera vez el Polo  Norte, y en Junio del año siguiente realiza Byrd un dramático vuelo  trasatlántico desde Nueva York hasta Ver-sur-Mer, en Normandía, Francia. Los  6000 kilómetros los recorrió en 46 horas; para aquel tiempo un grandísimo  mérito.
Richard E. Byrd dirigió también diversas  expediciones en la Antártida y en 1919 fue ascendido a contra-almirante por sus  grandes méritos.
Pero sus mayores descubrimientos le esperaban  todavía. En 1947 se adentró volando con su operador de radio 2.700 kilómetros en  la apertura de la Tierra en el Polo Norte, sin ser consciente de ello al  principio.
Nueve años más tarde, el 13 de Enero de 1956,  lo hizo también en el Polo Sur. Esta vez sin embargo voló Richard E. Byrd  adentrándose 3700 kilómetros en el interior de la Tierra. Catorce meses después,  el 11 de Marzo de 1957, moría Byrd decepcionado por no habérsele permitido  compartir sus inmensos descubrimientos con la Humanidad.
El encargo que recibió el almirante Byrd fue  claramente definido por la Navy: sobrevolar el Polo Norte. Esto debía acaecer el  19 de Febrero de 1947. Pero en realidad voló Byrd, sin ser al principio  consciente de ello, adentrándose en el interior de la Tierra. Byrd descubrió una  entrada al "mundo interior".
Byrd entró en contacto con los "altos y rubios  seres con ojos azules". Recibió un mensaje para la Humanidad del "mundo  exterior". Esta advertencia permaneció junto con anotaciones durante muchos años  bajo llave.
Autoridades del gobierno de los EE.UU., en  especial el Pentágono, fueron los responsables de esta represión.
Diario:
Este diario lo escribiré en secreto y oculto.  Contiene mis anotaciones sobre mi vuelo ártico del 19 de Febrero de 1947.
Estoy seguro de que llegará el día en que todas  las suposiciones y reflexiones del hombre se disiparán para convertirse en nada  y se tendrá que reconocer la irrefutabilidad de la verdad evidente.
Se me ha denegado la libertad de publicar estas  anotaciones y quizá nunca lleguen a la luz de la opinión pública.
Pero yo tengo una tarea que cumplir, y lo que  yo he vivido lo dejaré aquí escrito. Confío en que todo esto pueda ser leído, en  que venga un tiempo en que la ambición y el poder de un grupo de personas no  pueda ya ocultar más la verdad.
DEL LIBRO DE  ABORDO
Tenemos considerables turbulencias. Ascendemos  a una altitud de 2.900 pies (aprox. 885 metros).
Las condiciones de vuelo son de nuevo buenas.  Se pueden ver enormes masas de nieve y hielo bajo nosotros.
Notamos en la nieve bajo nosotros un tono  amarillento. Ese cambio de color sigue un patrón preciso.
 
Descendemos para poder observar mejor este  fenómeno.
Ahora podemos reconocer distintos colores.  Vemos también patrones rojos y lila.
Sobrevolamos la región otras dos veces, y  después volvemos al curso en que estábamos.
Volvemos a chequear la posición con nuestra  base.
Transmitimos todas las informaciones referentes  a los patrones y a los cambios de color del hielo y la nieve.
 
Nuestras brújulas se han vuelto locas.
Ambas, la brújula giroscópica y la brújula  magnética, giran y vibran.
Ya no podemos comprobar nuestra posición y  dirección con nuestros instrumentos.
Sólo nos queda la brújula solar. Con ella  podemos mantener la dirección.
Todos los instrumentos funcionan  titubeantemente y extremadamente lentos.
Sin embargo no podemos determinar una  congelación.
Podemos distinguir montañas ante  nosotros.
 
Nos situamos a 2.950 pies (aprox. 900  metros).
De nuevo tenemos fuertes turbulencias.
Hace 29 minutos que hemos visto las montañas  por primera vez.
No nos hemos equivocado. Es toda una cadena  montañosa.
No es especialmente grande. Nunca ante la había  visto.
Entretanto estamos directamente sobre la cadena  montañosa.
Seguimos volando en línea recta, siempre en  dirección norte.
 
Tras la cadena montañosa hay verdaderamente un  pequeño valle.
A través del valle serpentea un río.
Estamos asombrados: aquí no puede haber un  valle verde.
Aquí hay cosas que no concuerdan.
Bajo nosotros debería haber masas de hielo y  nieve.
A babor las pendientes de las montañas  arboladas con altos árboles.
 
Toda nuestra navegación ha dejado de funcionar.
La brújula giroscópica se balancea  continuamente en un ir y venir.
Desciendo ahora a 1.550 pies (aprox. 470  metros).
Hago girar acusadamente al avión hacia la  izquierda.
Ahora puedo ver mejor el valle bajo nosotros.
Sí, es verde.
 
Está cubierto de árboles y zonas de musgo.
Aquí dominan otras condiciones de iluminación.
En ningún lado puedo ver el sol.
Hacemos de nuevo una curva a la izquierda.
Ahora divisamos bajo nosotros un animal adulto.
Podría ser un elefante. ¡No! Es increíble,  parece un mamut.
Pero de verdad es así. Tenemos bajo nosotros un  mamut adulto.
Ahora bajo aún más.
 
Ahora estamos a una altura de 1.000 pies  (aprox. 305 metros).
Observamos al animal con los prismáticos.
Ahora es seguro - es un mamut o un animal que  se le parece mucho al mamut.
Radiamos las observaciones a la base.
Sobrevolamos entretanto otras montañas más  pequeñas.
Yo estoy mientras tanto totalmente asombrado.
Aquí hay cosas que no concuerdan.
Todos los instrumentos vuelven a funcionar.
Empieza a hacer calor.
 
El indicador nos dice que estamos a 74 grados  Fahrenheit (aprox. 23º C)
Mantenemos nuestro curso.
Ya no podemos localizar a nuestra base, puesto  que la radio ha dejado de funcionar.
El terreno bajo nosotros se vuelve cada vez más  plano.
No sé si me expreso correctamente, pero todo da  una impresión de completa normalidad, ¡¡¡y ante nosotros se levanta con absoluta  claridad una ciudad!!!
Esto sí que es imposible.
Todos los instrumentos dejan de funcionar.
 
¡¡¡Todo el avión empieza ligeramente a tambalearse!!!  ¡¡Dios mío!!!
A babor y estribor aparecen a ambos lados  extraños objetos voladores.
Son muy rápidos y se nos acercan. Están tan  cerca que puedo ver claramente su distintivo.
Es un interesante símbolo sobre el que no  quiero hablar. Es fantástico. No tengo ni idea de dónde estamos.
 
¿Qué nos ha pasado? No lo sé.
 
Manejo mis instrumentos - pero siguen sin  funcionar en absoluto.
Entretanto hemos sido rodeados por los discos  voladores en forma de plato.
Parece que estamos prisioneros.
Los objetos voladores irradian un brillo  propio.
Nuestra radio emite unos chasquidos. Una voz  nos habla en lengua inglesa.
"¡¡¡BIENVENIDO A NUESTRO TERRITORIO,  ALMIRANTE!!!
En  exactamente siete minutos les haremos aterrizar. Por favor relájese, almirante,  está Vd. en buenas manos."
De aquí en adelante nuestros motores dejan por  completo de funcionar.
El control de todo el avión está en manos  ajenas.
El avión gira en torno a sí mismo.
Ningún instrumento reacciona ya.
 
Recibimos precisamente otra comunicación por  radio, que nos prepara para el aterrizaje.
A continuación empezamos sin demora con el  aterrizaje.
A través de todo el avión pasa un suave temblor  apenas perceptible.
El avión baja hasta el suelo - como en un  inmenso e invisible ascensor.
Levitamos de manera totalmente suave hasta ahí.
 
El contacto con el suelo apenas se nota. Sólo  hay un ligero y corto choque.
Hago mis últimas anotaciones de abordo a toda  prisa.
Viene un pequeño grupo de hombres hacia nuestro  avión. Todos ellos son muy altos y tienen cabellos rubios. Más atrás veo una  ciudad iluminada. Parece resplandecer en los colores del arco iris Los hombres  están aparentemente desarmados.
No sé lo que ahora nos espera. Claramente una  voz me llama por mi nombre y me ordena abrir. Obedezco y abro la portilla de  carga.
 
 
Aquí terminan las anotaciones en el libro de  abordo.
Todo lo que sigue lo escribo de memoria.
 
Es indescriptible, más fantástico que toda la  fantasía, y si yo mismo no lo hubiera vivido, lo calificaría de completa locura.  Nosotros dos, mi operador de radio y yo, somos conducidos fuera del avión y  saludados con suma amabilidad. Entonces nos conducen a un disco deslizante, que  aquí utilizan como medio de locomoción. No tiene ruedas. Con enorme rapidez nos  acercamos a la brillante ciudad.
 
El esplendor de colores de la ciudad parece  provenir del material parecido al cristal en que está construida. Pronto nos  paremos ante un imponente edificio. Semejante arquitectura no la había visto  hasta ahora en ninguna parte. No es comparable con nada. La arquitectura es como  si proviniera directamente de la mesa de dibujo de un Frank Lloyd Wright, o bien  podría estar sacado de una película de Buck Roger.
 
Nos dan una bebida caliente. Esta bebida sabe  diferente a todo lo que yo haya disfrutado. Ninguna bebida, ninguna comida tiene  un sabor comparable. Sabe sencillamente distinto, pero sabe de maravilla.
Han pasado unos diez minutos, cuando dos de  estos extraños hombres que tenemos por anfitriones se acercan a nosotros. Se  dirigen a mi y me comunican sin lugar a dudas que debo acompañarles.
No veo otra alternativa que cumplir su orden.  Por tanto nos separamos. Dejo a mi operador de radio y sigo a los dos.
 
Poco después llegamos a un ascensor, en el que  entramos. Nos movemos hacia abajo. Cuando nos detenemos, la puerta se desliza  silenciosamente hacia arriba.
Caminamos por un pasillo largo en forma de  túnel e iluminado por una luz color rojo claro. La luz parece emanar de las  paredes mismas. Llegamos ante una puerta grande. Ante esta gran puerta nos  paramos y permanecemos así. Sobre la gran puerta se encuentra un letrero acerca  de cual nada puedo decir. Sin ningún ruido se desliza la puerta a un lado. Una  voz me exhorta a entrar.
 
"No se  preocupe, almirante", me tranquiliza la voz de uno de mis dos  acompañantes, "¡el Maestro va a  recibirle!" De manera que entro.
 
Estoy deslumbrado. La multitud de colores, la luz que  llena la habitación, mis ojos no saben a dónde mirar y tienen primero que  acostumbrarse a las condiciones. Pasa un rato hasta que puedo reconocer algo de  lo que me rodea. Lo que ahora veo es lo más bonito que he visto nunca. Es más  espléndido, más bonito y más suntuoso de lo que yo podría describir. Creo que  ningún idioma puede resumir con palabras lo que puede ver. Creo que a la  Humanidad le faltan palabras para ello. Mis observaciones y reflexiones fueron  interrumpidas por una voz melodiosa y cordial:
 
"Le doy la  bienvenida. Sea Vd. de la forma más cordial bienvenido en nuestro país,  almirante".
Ante mi está un hombre de gran estatura y una  fina cara marcada por la edad. Está sentado a una imponente mesa y me da a  entender con un movimiento de la mano que debo sentarme a una de las sillas.
Le obedezco y me siento, después junta sus  manos de forma que se tocan las puntas de los dedos. Me sonríe.
 
"Nosotros  le hemos hecho venir, porque tiene Vd. un carácter consolidado y arriba en el  mundo goza de una gran fama."
 
"¿Arriba en el mundo?", me falta el  aliento. "Sí", contesta el  Maestro a mis pensamientos, "Vd. Está ahora  en el imperio de los Arianni, en el interior del mundo. No creo que nosotros  tengamos que interrumpir su misión mucho tiempo. Vd. pronto será conducido a la  superficie de la Tierra.
 
 
Pero antes  le voy a comunicar por qué yo le hice venir, almirante. Nosotros seguimos los  acontecimientos que se producen arriba sobre la Tierra. Nuestro interés fue  despertado cuando Vds. lanzaron las primeras bombas atómicas en Hiroshima y  Nagasaki. En aquella mala hora fuimos a vuestro mundo con nuestros platillos  volantes. Teníamos que ver personalmente lo que hizo vuestra raza. Entretanto ya  hace mucho de eso, y vosotros diríais que es historia. Pero es para nosotros  significativo - por favor déjeme continuar.
 
 
Nosotros  no nos hemos inmiscuido en vuestras escaramuzas y guerras. Vuestras barbaridades  las hemos consentido. Pero mientras tanto habéis empezado a experimentar con  fuerzas que en realidad no estaban pensadas para los hombres. Esto es la fuerza  atómica. Ya hemos intentado algunas cosas. Hemos hecho llegar mensajes a los  estadistas del mundo - pero ellos no creen en la necesidad de escucharnos.
 
 
Por este  motivo fue Vd. elegido. Vd. debe ser nuestro testigo, testigo de que nosotros y  este mundo en el interior de la Tierra existimos, que nosotros aquí realmente  existimos. Mire a su alrededor, y Vd. pronto comprobará que nuestra ciencia y  nuestra cultura están varios miles de años por delante de las vuestras. Mire  Vd., almirante." "Pero", interrumpí al Maestro, "¿qué tiene  esto que ver conmigo, señor?" El Maestro parecía sumergirse en mi, y después  de que durante un largo rato me había examinado, me contestó:
"Vuestra  raza ha alcanzado el point of no return. Tenéis a personas entre vosotros que  estarían dispuestos antes a destruir la Tierra entera antes que perder su poder - el poder que ellos creen conocer." Yo de nuevo le dí a entender con  un movimiento de cabeza que seguía sus explicaciones. El Maestro continuó  hablándome: "Ya desde hace dos años  intentamos una y otra vez contactar con vosotros.
 
Pero todos nuestros intentos  son contestados con agresividad. Nuestros platillos voladores son perseguidos  por vuestros aviones de combate, atacados y disparados. Ahora debo decirle, hijo  mío, que una enorme y nefasta furia se levanta, que una poderosa tormenta  barrerá su país, y durante mucho tiempo arrasará. Desconcertados ante ello  estarán vuestros científicos y ejércitos y no podrán ofrecer ninguna solución.  Esta tormenta tiene poder de aniquilar toda la vida, toda la civilización de  Vds., de forma que toda cultura podría ser destruida y todo podría hundirse en  el caos. La gran guerra que acaba de terminar es sólo un preludio de lo que  puede venir sobre vosotros. Para nosotros aquí esto se hace patente hora tras  hora de manera más clara. Parta de la base de que me equivoco".
 
"No, ya vino una vez la época oscura sobre  nosotros, y duró 500 años", le repliqué yo al Maestro.
 
 
"Así es,  hijo mío", me contestó, "los  tiempos sombríos cubrirán vuestro país de cadáveres. Y sin embargo parto de la  base de que algunos de vuestra raza sobrevivirán a esta conflagración. Lo que  después ocurrirá no puedo revelarlo. Nosotros vemos en un futuro lejano surgir  una nueva Tierra, que será construida con los escombros de vuestro viejo mundo,  y os acordaréis de sus tesoros legendarios y los buscaréis. Y mira, los tesoros  legendarios estarán aquí con nosotros. Nosotros somos aquellos que los  mantenemos a salvo. Cuando haya comenzado ese futuro, nos presentaremos a  vosotros, ayudaremos a los hombres a revivificar su cultura y su raza. Quizá  hayáis aprendido entonces que guerra y violencia no conducen al futuro. Para el  tiempo que entonces seguirá, se os hará accesible antiguos conocimientos.  Conocimientos que ya tuvisteis una vez. De Vd., hijo mío, espero que vuelva a la  superficie con estas informaciones".
 
Con esta exigencia terminó el Maestro su  exposición y me dejó muy desconcertado, pero para mi estaba claro que el Maestro  tendrá razón.
Por consideración o por humildad, no lo sé, me  despedí de todas formas con una ligera inclinación. Antes de que pudiera  perderme aparecieron mis dos acompañantes, los que me habían conducido hasta  aquí. Me indicaron el camino. Yo me volví hacia el Maestro. Había una cálida y  amistosa sonrisa en su vieja y noble cara: "Le deseo a Vd. un buen viaje, hijo  mío", hizo por último el signo de la paz y entonces nuestro encuentro  había llegado ineludiblemente a su fin.
 
Volvimos rápidamente hacia nuestro ascensor.  Nos movimos hacia arriba. Entre tanto me explicó uno de mis dos firmes  acompañantes que tras finalizar la conversación con el Maestro teníamos prisa de  verdad. El Maestro en ningún modo quería retrasarnos más, y además era  importante que yo llevase inmediatamente el mensaje recibido a mi raza, me  aclaró. A todo esto yo no dije nada.
 
Cuando fui conducido hasta mi operador de  radio, comprobé que él probablemente tenía miedo, esto al menos se reflejaba en  su cara.
 
 
"Todo está en orden, no hay de qué  preocuparse, Howie, todo es O.K.", intenté quitarle el miedo. Junto con  nuestros acompañantes, fuimos de nuevo al disco deslizante, que muy velozmente  nos devolvió a nuestro avión.
Los motores ya estaban en marcha, y nos  encontramos inmediatamente a bordo. Había una atmósfera de tremenda prisa, la  necesidad de actuar rápido era evidente.
Inmediatamente después de que cerramos la  portilla, nuestro avión fue elevado en las alturas por una fuerza inexplicable  para mi, hasta que volvimos a encontrarnos a 2.700 pies (aprox. 825 metros).
 
 
Fuimos acompañados por dos de sus platillos. Se  mantuvieron no obstante a una cierta distancia de nosotros.
El velocímetro no indicaba en todo el tiempo  velocidad alguna, a pesar de que ésta había aumentado enormemente.
Nuestra radio no obstante funcionaba, y de esta  forma recibimos un último mensaje de los objetos voladores que nos  acompañaban:
 
"A partir  de ahora puede Vd. volver a utilizar todos sus equipos, almirante, sus  instrumentos vuelven a ser funcionales. Nosotros le dejaremos ahora. Auf  Wiedersehen". [N. del. T.: este  "adiós" en alemán está en el original en inglés]
Seguimos con nuestros ojos a los objetos  voladores hasta que se perdieron en el cielo azul pálido. De inmediato tuvimos a  nuestro avión de nuevo bajo control.
No hablamos entre nosotros, cada cual estaba  demasiado ocupado con sus pensamientos.
Última anotación en el libro de abordo:
 
 
Nos encontramos de nuevo sobre vastas regiones  cubiertas de nieve y hielo.
Estamos todavía aproximadamente a 27 minutos de  vuelo de la base. Podemos enviar mensajes por radio, y nos responden. Radiamos  que todo es normal. La base está contenta de que vuelva a haber comunicación.
Tenemos un aterrizaje suave.
Yo tengo un encargo.
Fin de las anotaciones en el libro de  abordo.
4 de Marzo de 1947:
Yo estaba en una reunión en el Pentágono. He  informado detalladamente sobre mis descubrimientos y sobre el mensaje del  Maestro. Todo fue grabado y escrito.
 
 
El presidente también fue informado. Fui  retenido aquí durante varias horas (exactamente fueron seis horas y treinta y  nueve minutos). Fui interrogado minuciosamente por un equipo de seguridad y por  un equipo médico. ¡Fue un infierno!
 
Fui puesto bajo la estricta supervisión de la  Previsión Nacional de Seguridad de los Estados Unidos de América.
 
Yo había recibido la orden de guardar silencio  sobre todo lo que había vivido - por el bien de la Humanidad. ¡Increíble!
 
Se me recordó que soy un oficial y que por  tanto debo obedecer sus órdenes.
30  de Diciembre de 1956:
Última anotación:
Los años posteriores a 1947 no fueron muy  agradables para mí... Hago ahora la última anotación en este especial diario.  Quisiera mencionar que me he callado los descubrimientos que hice, tal y como se  me ordenó.
 
¡Pero eso no es lo que tengo en mente! Noto que  pronto llegará mi hora. Pero no morirá este secreto conmigo, sino que será  difundido - como toda verdad. Y así será.
 
Sólo así puede existir la única esperanza para  la Humanidad. Yo he visto la verdad. Ella me ha hecho despertar y me ha  liberado. He cumplido mi deber con el enorme complejo militar y económico. Mi  larga noche se acerca, pero tendrá un fin. Así como la larga noche del Ártico  tiene un fin, así también la verdad volverá como un luminoso rayo de sol, y los  poderes oscuros no podrán atravesar la luz de la verdad...
¡He visto el país más allá del Polo, el centro  del Gran Desconocido!

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