Hoy presentamos un material extraordinario que demuestra que EL INTERIOR DE NUESTRO PLANETA esta HUECO y alli existe una GRAN CIVILIZACION las potencias ya lo saben - pero como tantas otras cosas lo niegan ...
Hoy
deseo compartir una de las crónicas más apasionantes jamás contada, y
es que cada vez que la leo no puedo hacer otra cosa que dejar volar mi
imaginación. Me fascina el solo hecho de pensar en ello.
Espero que os guste…
Un abrazo. Teresa
Richard Evelyn Byrd
Provenía de una de las mejores familias de Virginia. Un miembro de su familia fundó en 1737 Richmond, la capital de Virginia.
Nacido
el 14 de Octubre de 1888 en Winchester, Virginia, estuvo primero en
las escuelas de su ciudad natal, donde pronto se puso de manifiesto que
corría sangre de aventurero por sus venas. Ya con doce años realizó
completamente sólo un viaje alrededor del mundo.
A continuación pasó por la academia militar de Virginia e ingresó en la academia naval, donde obtuvo su diploma en 1912.
Tres
años después se casó el oficial de marina de 27 años con una chica de
una familia distinguida de Nueva Inglaterra (USA), donde a partir de
entonces vivió con su familia.
Durante
la Primera Guerra Mundial, Byrd mandó las fuerzas navales americanas
en las aguas canadienses, y en esa época surge en él su pasión por
volar.
En
1921 se le jubiló con el grado de "Lieutenant Commander" y Byrd
decidió dedicarse por completo a las investigaciones polares,
realizando sus famosos vuelos polares.
En
1916 sobrevuela por primera vez el Polo Norte, y en Junio del año
siguiente realiza Byrd un dramático vuelo trasatlántico desde Nueva
York hasta Ver-sur-Mer, en Normandía, Francia. Los 6000 kilómetros los
recorrió en 46 horas; para aquel tiempo un grandísimo mérito.
Richard
E. Byrd dirigió también diversas expediciones en la Antártida y en
1919 fue ascendido a contra-almirante por sus grandes méritos.
Pero
sus mayores descubrimientos le esperaban todavía. En 1947 se adentró
volando con su operador de radio 2.700 kilómetros en la apertura de la
Tierra en el Polo Norte, sin ser consciente de ello al principio.
Nueve
años más tarde, el 13 de Enero de 1956, lo hizo también en el Polo
Sur. Esta vez sin embargo voló Richard E. Byrd adentrándose 3700
kilómetros en el interior de la Tierra. Catorce meses después, el 11 de
Marzo de 1957, moría Byrd decepcionado por no habérsele permitido
compartir sus inmensos descubrimientos con la Humanidad.
El
encargo que recibió el almirante Byrd fue claramente definido por la
Navy: sobrevolar el Polo Norte. Esto debía acaecer el 19 de Febrero de
1947. Pero en realidad voló Byrd, sin ser al principio consciente de
ello, adentrándose en el interior de la Tierra. Byrd descubrió una
entrada al "mundo interior".
Byrd
entró en contacto con los "altos y rubios seres con ojos azules".
Recibió un mensaje para la Humanidad del "mundo exterior". Esta
advertencia permaneció junto con anotaciones durante muchos años bajo
llave.
Autoridades del gobierno de los EE.UU., en especial el Pentágono, fueron los responsables de esta represión.
Diario:
Este diario lo escribiré en secreto y oculto. Contiene mis anotaciones sobre mi vuelo ártico del 19 de Febrero de 1947.
Estoy
seguro de que llegará el día en que todas las suposiciones y
reflexiones del hombre se disiparán para convertirse en nada y se
tendrá que reconocer la irrefutabilidad de la verdad evidente.
Se me ha denegado la libertad de publicar estas anotaciones y quizá nunca lleguen a la luz de la opinión pública.
Pero
yo tengo una tarea que cumplir, y lo que yo he vivido lo dejaré aquí
escrito. Confío en que todo esto pueda ser leído, en que venga un
tiempo en que la ambición y el poder de un grupo de personas no pueda
ya ocultar más la verdad.
DEL LIBRO DE ABORDO
Tenemos considerables turbulencias. Ascendemos a una altitud de 2.900 pies (aprox. 885 metros).
Las condiciones de vuelo son de nuevo buenas. Se pueden ver enormes masas de nieve y hielo bajo nosotros.
Notamos en la nieve bajo nosotros un tono amarillento. Ese cambio de color sigue un patrón preciso.
Descendemos para poder observar mejor este fenómeno.
Ahora podemos reconocer distintos colores. Vemos también patrones rojos y lila.
Sobrevolamos la región otras dos veces, y después volvemos al curso en que estábamos.
Volvemos a chequear la posición con nuestra base.
Transmitimos todas las informaciones referentes a los patrones y a los cambios de color del hielo y la nieve.
Nuestras brújulas se han vuelto locas.
Ambas, la brújula giroscópica y la brújula magnética, giran y vibran.
Ya no podemos comprobar nuestra posición y dirección con nuestros instrumentos.
Sólo nos queda la brújula solar. Con ella podemos mantener la dirección.
Todos los instrumentos funcionan titubeantemente y extremadamente lentos.
Sin embargo no podemos determinar una congelación.
Podemos distinguir montañas ante nosotros.
Nos situamos a 2.950 pies (aprox. 900 metros).
De nuevo tenemos fuertes turbulencias.
Hace 29 minutos que hemos visto las montañas por primera vez.
No nos hemos equivocado. Es toda una cadena montañosa.
No es especialmente grande. Nunca ante la había visto.
Entretanto estamos directamente sobre la cadena montañosa.
Seguimos volando en línea recta, siempre en dirección norte.
Tras la cadena montañosa hay verdaderamente un pequeño valle.
A través del valle serpentea un río.
Estamos asombrados: aquí no puede haber un valle verde.
Aquí hay cosas que no concuerdan.
Bajo nosotros debería haber masas de hielo y nieve.
A babor las pendientes de las montañas arboladas con altos árboles.
Toda nuestra navegación ha dejado de funcionar.
La brújula giroscópica se balancea continuamente en un ir y venir.
Desciendo ahora a 1.550 pies (aprox. 470 metros).
Hago girar acusadamente al avión hacia la izquierda.
Ahora puedo ver mejor el valle bajo nosotros.
Sí, es verde.
Está cubierto de árboles y zonas de musgo.
Aquí dominan otras condiciones de iluminación.
En ningún lado puedo ver el sol.
Hacemos de nuevo una curva a la izquierda.
Ahora divisamos bajo nosotros un animal adulto.
Podría ser un elefante. ¡No! Es increíble, parece un mamut.
Pero de verdad es así. Tenemos bajo nosotros un mamut adulto.
Ahora bajo aún más.
Ahora estamos a una altura de 1.000 pies (aprox. 305 metros).
Observamos al animal con los prismáticos.
Ahora es seguro - es un mamut o un animal que se le parece mucho al mamut.
Radiamos las observaciones a la base.
Sobrevolamos entretanto otras montañas más pequeñas.
Yo estoy mientras tanto totalmente asombrado.
Aquí hay cosas que no concuerdan.
Todos los instrumentos vuelven a funcionar.
Empieza a hacer calor.
El indicador nos dice que estamos a 74 grados Fahrenheit (aprox. 23º C)
Mantenemos nuestro curso.
Ya no podemos localizar a nuestra base, puesto que la radio ha dejado de funcionar.
El terreno bajo nosotros se vuelve cada vez más plano.
No
sé si me expreso correctamente, pero todo da una impresión de completa
normalidad, ¡¡¡y ante nosotros se levanta con absoluta claridad una
ciudad!!!
Esto sí que es imposible.
Todos los instrumentos dejan de funcionar.
¡¡¡Todo el avión empieza ligeramente a tambalearse!!! ¡¡Dios mío!!!
A babor y estribor aparecen a ambos lados extraños objetos voladores.
Son muy rápidos y se nos acercan. Están tan cerca que puedo ver claramente su distintivo.
Es un interesante símbolo sobre el que no quiero hablar. Es fantástico. No tengo ni idea de dónde estamos.
¿Qué nos ha pasado? No lo sé.
Manejo mis instrumentos - pero siguen sin funcionar en absoluto.
Entretanto hemos sido rodeados por los discos voladores en forma de plato.
Parece que estamos prisioneros.
Los objetos voladores irradian un brillo propio.
Nuestra radio emite unos chasquidos. Una voz nos habla en lengua inglesa.
"¡¡¡BIENVENIDO A NUESTRO TERRITORIO, ALMIRANTE!!!
En exactamente siete minutos les haremos aterrizar. Por favor relájese, almirante, está Vd. en buenas manos."
De aquí en adelante nuestros motores dejan por completo de funcionar.
El control de todo el avión está en manos ajenas.
El avión gira en torno a sí mismo.
Ningún instrumento reacciona ya.
Recibimos precisamente otra comunicación por radio, que nos prepara para el aterrizaje.
A continuación empezamos sin demora con el aterrizaje.
A través de todo el avión pasa un suave temblor apenas perceptible.
El avión baja hasta el suelo - como en un inmenso e invisible ascensor.
Levitamos de manera totalmente suave hasta ahí.
El contacto con el suelo apenas se nota. Sólo hay un ligero y corto choque.
Hago mis últimas anotaciones de abordo a toda prisa.
Viene
un pequeño grupo de hombres hacia nuestro avión. Todos ellos son muy
altos y tienen cabellos rubios. Más atrás veo una ciudad iluminada.
Parece resplandecer en los colores del arco iris Los hombres están
aparentemente desarmados.
No
sé lo que ahora nos espera. Claramente una voz me llama por mi nombre y
me ordena abrir. Obedezco y abro la portilla de carga.
Aquí terminan las anotaciones en el libro de abordo.
Todo lo que sigue lo escribo de memoria.
Es
indescriptible, más fantástico que toda la fantasía, y si yo mismo no
lo hubiera vivido, lo calificaría de completa locura. Nosotros dos, mi
operador de radio y yo, somos conducidos fuera del avión y saludados
con suma amabilidad. Entonces nos conducen a un disco deslizante, que
aquí utilizan como medio de locomoción. No tiene ruedas. Con enorme
rapidez nos acercamos a la brillante ciudad.
El
esplendor de colores de la ciudad parece provenir del material
parecido al cristal en que está construida. Pronto nos paremos ante un
imponente edificio. Semejante arquitectura no la había visto hasta
ahora en ninguna parte. No es comparable con nada. La arquitectura es
como si proviniera directamente de la mesa de dibujo de un Frank Lloyd
Wright, o bien podría estar sacado de una película de Buck Roger.
Nos
dan una bebida caliente. Esta bebida sabe diferente a todo lo que yo
haya disfrutado. Ninguna bebida, ninguna comida tiene un sabor
comparable. Sabe sencillamente distinto, pero sabe de maravilla.
Han
pasado unos diez minutos, cuando dos de estos extraños hombres que
tenemos por anfitriones se acercan a nosotros. Se dirigen a mi y me
comunican sin lugar a dudas que debo acompañarles.
No veo otra alternativa que cumplir su orden. Por tanto nos separamos. Dejo a mi operador de radio y sigo a los dos.
Poco
después llegamos a un ascensor, en el que entramos. Nos movemos hacia
abajo. Cuando nos detenemos, la puerta se desliza silenciosamente hacia
arriba.
Caminamos
por un pasillo largo en forma de túnel e iluminado por una luz color
rojo claro. La luz parece emanar de las paredes mismas. Llegamos ante
una puerta grande. Ante esta gran puerta nos paramos y permanecemos
así. Sobre la gran puerta se encuentra un letrero acerca de cual nada
puedo decir. Sin ningún ruido se desliza la puerta a un lado. Una voz
me exhorta a entrar.
"No se preocupe, almirante", me tranquiliza la voz de uno de mis dos acompañantes, "¡el Maestro va a recibirle!" De manera que entro.
Estoy
deslumbrado. La multitud de colores, la luz que llena la habitación,
mis ojos no saben a dónde mirar y tienen primero que acostumbrarse a
las condiciones. Pasa un rato hasta que puedo reconocer algo de lo que
me rodea. Lo que ahora veo es lo más bonito que he visto nunca. Es más
espléndido, más bonito y más suntuoso de lo que yo podría describir.
Creo que ningún idioma puede resumir con palabras lo que puede ver.
Creo que a la Humanidad le faltan palabras para ello. Mis observaciones
y reflexiones fueron interrumpidas por una voz melodiosa y cordial:
"Le doy la bienvenida. Sea Vd. de la forma más cordial bienvenido en nuestro país, almirante".
Ante
mi está un hombre de gran estatura y una fina cara marcada por la
edad. Está sentado a una imponente mesa y me da a entender con un
movimiento de la mano que debo sentarme a una de las sillas.
Le obedezco y me siento, después junta sus manos de forma que se tocan las puntas de los dedos. Me sonríe.
"Nosotros le hemos hecho venir, porque tiene Vd. un carácter consolidado y arriba en el mundo goza de una gran fama."
"¿Arriba en el mundo?", me falta el aliento. "Sí", contesta el Maestro a mis pensamientos, "Vd.
Está ahora en el imperio de los Arianni, en el interior del mundo. No
creo que nosotros tengamos que interrumpir su misión mucho tiempo. Vd.
pronto será conducido a la superficie de la Tierra.
Pero
antes le voy a comunicar por qué yo le hice venir, almirante. Nosotros
seguimos los acontecimientos que se producen arriba sobre la Tierra.
Nuestro interés fue despertado cuando Vds. lanzaron las primeras bombas
atómicas en Hiroshima y Nagasaki. En aquella mala hora fuimos a
vuestro mundo con nuestros platillos volantes. Teníamos que ver
personalmente lo que hizo vuestra raza. Entretanto ya hace mucho de
eso, y vosotros diríais que es historia. Pero es para nosotros
significativo - por favor déjeme continuar.
Nosotros
no nos hemos inmiscuido en vuestras escaramuzas y guerras. Vuestras
barbaridades las hemos consentido. Pero mientras tanto habéis empezado a
experimentar con fuerzas que en realidad no estaban pensadas para los
hombres. Esto es la fuerza atómica. Ya hemos intentado algunas cosas.
Hemos hecho llegar mensajes a los estadistas del mundo - pero ellos no
creen en la necesidad de escucharnos.
Por
este motivo fue Vd. elegido. Vd. debe ser nuestro testigo, testigo de
que nosotros y este mundo en el interior de la Tierra existimos, que
nosotros aquí realmente existimos. Mire a su alrededor, y Vd. pronto
comprobará que nuestra ciencia y nuestra cultura están varios miles de
años por delante de las vuestras. Mire Vd., almirante." "Pero", interrumpí al Maestro, "¿qué tiene esto que ver conmigo, señor?" El Maestro parecía sumergirse en mi, y después de que durante un largo rato me había examinado, me contestó:
"Vuestra
raza ha alcanzado el point of no return. Tenéis a personas entre
vosotros que estarían dispuestos antes a destruir la Tierra entera
antes que perder su poder - el poder que ellos creen conocer." Yo de nuevo le dí a entender con un movimiento de cabeza que seguía sus explicaciones. El Maestro continuó hablándome: "Ya desde hace dos años intentamos una y otra vez contactar con vosotros.
Pero
todos nuestros intentos son contestados con agresividad. Nuestros
platillos voladores son perseguidos por vuestros aviones de combate,
atacados y disparados. Ahora debo decirle, hijo mío, que una enorme y
nefasta furia se levanta, que una poderosa tormenta barrerá su país, y
durante mucho tiempo arrasará. Desconcertados ante ello estarán
vuestros científicos y ejércitos y no podrán ofrecer ninguna solución.
Esta tormenta tiene poder de aniquilar toda la vida, toda la
civilización de Vds., de forma que toda cultura podría ser destruida y
todo podría hundirse en el caos. La gran guerra que acaba de terminar
es sólo un preludio de lo que puede venir sobre vosotros. Para nosotros
aquí esto se hace patente hora tras hora de manera más clara. Parta de
la base de que me equivoco".
"No, ya vino una vez la época oscura sobre nosotros, y duró 500 años", le repliqué yo al Maestro.
"Así es, hijo mío", me contestó, "los
tiempos sombríos cubrirán vuestro país de cadáveres. Y sin embargo
parto de la base de que algunos de vuestra raza sobrevivirán a esta
conflagración. Lo que después ocurrirá no puedo revelarlo. Nosotros
vemos en un futuro lejano surgir una nueva Tierra, que será construida
con los escombros de vuestro viejo mundo, y os acordaréis de sus
tesoros legendarios y los buscaréis. Y mira, los tesoros legendarios
estarán aquí con nosotros. Nosotros somos aquellos que los mantenemos a
salvo. Cuando haya comenzado ese futuro, nos presentaremos a vosotros,
ayudaremos a los hombres a revivificar su cultura y su raza. Quizá
hayáis aprendido entonces que guerra y violencia no conducen al futuro.
Para el tiempo que entonces seguirá, se os hará accesible antiguos
conocimientos. Conocimientos que ya tuvisteis una vez. De Vd., hijo
mío, espero que vuelva a la superficie con estas informaciones".
Con
esta exigencia terminó el Maestro su exposición y me dejó muy
desconcertado, pero para mi estaba claro que el Maestro tendrá razón.
Por
consideración o por humildad, no lo sé, me despedí de todas formas con
una ligera inclinación. Antes de que pudiera perderme aparecieron mis
dos acompañantes, los que me habían conducido hasta aquí. Me indicaron
el camino. Yo me volví hacia el Maestro. Había una cálida y amistosa
sonrisa en su vieja y noble cara: "Le deseo a Vd. un buen viaje, hijo mío", hizo por último el signo de la paz y entonces nuestro encuentro había llegado ineludiblemente a su fin.
Volvimos
rápidamente hacia nuestro ascensor. Nos movimos hacia arriba. Entre
tanto me explicó uno de mis dos firmes acompañantes que tras finalizar
la conversación con el Maestro teníamos prisa de verdad. El Maestro en
ningún modo quería retrasarnos más, y además era importante que yo
llevase inmediatamente el mensaje recibido a mi raza, me aclaró. A todo
esto yo no dije nada.
Cuando
fui conducido hasta mi operador de radio, comprobé que él
probablemente tenía miedo, esto al menos se reflejaba en su cara.
"Todo está en orden, no hay de qué preocuparse, Howie, todo es O.K.",
intenté quitarle el miedo. Junto con nuestros acompañantes, fuimos de
nuevo al disco deslizante, que muy velozmente nos devolvió a nuestro
avión.
Los
motores ya estaban en marcha, y nos encontramos inmediatamente a
bordo. Había una atmósfera de tremenda prisa, la necesidad de actuar
rápido era evidente.
Inmediatamente
después de que cerramos la portilla, nuestro avión fue elevado en las
alturas por una fuerza inexplicable para mi, hasta que volvimos a
encontrarnos a 2.700 pies (aprox. 825 metros).
Fuimos acompañados por dos de sus platillos. Se mantuvieron no obstante a una cierta distancia de nosotros.
El velocímetro no indicaba en todo el tiempo velocidad alguna, a pesar de que ésta había aumentado enormemente.
Nuestra
radio no obstante funcionaba, y de esta forma recibimos un último
mensaje de los objetos voladores que nos acompañaban:
"A
partir de ahora puede Vd. volver a utilizar todos sus equipos,
almirante, sus instrumentos vuelven a ser funcionales. Nosotros le
dejaremos ahora. Auf Wiedersehen". [N. del. T.: este "adiós" en alemán está en el original en inglés]
Seguimos
con nuestros ojos a los objetos voladores hasta que se perdieron en el
cielo azul pálido. De inmediato tuvimos a nuestro avión de nuevo bajo
control.
No hablamos entre nosotros, cada cual estaba demasiado ocupado con sus pensamientos.
Última anotación en el libro de abordo:
Nos encontramos de nuevo sobre vastas regiones cubiertas de nieve y hielo.
Estamos
todavía aproximadamente a 27 minutos de vuelo de la base. Podemos
enviar mensajes por radio, y nos responden. Radiamos que todo es
normal. La base está contenta de que vuelva a haber comunicación.
Tenemos un aterrizaje suave.
Yo tengo un encargo.
Fin de las anotaciones en el libro de abordo.
4 de Marzo de 1947:
Yo
estaba en una reunión en el Pentágono. He informado detalladamente
sobre mis descubrimientos y sobre el mensaje del Maestro. Todo fue
grabado y escrito.
El
presidente también fue informado. Fui retenido aquí durante varias
horas (exactamente fueron seis horas y treinta y nueve minutos). Fui
interrogado minuciosamente por un equipo de seguridad y por un equipo
médico. ¡Fue un infierno!
Fui puesto bajo la estricta supervisión de la Previsión Nacional de Seguridad de los Estados Unidos de América.
Yo había recibido la orden de guardar silencio sobre todo lo que había vivido - por el bien de la Humanidad. ¡Increíble!
Se me recordó que soy un oficial y que por tanto debo obedecer sus órdenes.
30 de Diciembre de 1956:
Última anotación:
Los
años posteriores a 1947 no fueron muy agradables para mí... Hago ahora
la última anotación en este especial diario. Quisiera mencionar que me
he callado los descubrimientos que hice, tal y como se me ordenó.
¡Pero
eso no es lo que tengo en mente! Noto que pronto llegará mi hora. Pero
no morirá este secreto conmigo, sino que será difundido - como toda
verdad. Y así será.
Sólo
así puede existir la única esperanza para la Humanidad. Yo he visto la
verdad. Ella me ha hecho despertar y me ha liberado. He cumplido mi
deber con el enorme complejo militar y económico. Mi larga noche se
acerca, pero tendrá un fin. Así como la larga noche del Ártico tiene un
fin, así también la verdad volverá como un luminoso rayo de sol, y los
poderes oscuros no podrán atravesar la luz de la verdad...
¡He visto el país más allá del Polo, el centro del Gran Desconocido!
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